Hay una situación en pleno centro de Pereira, que crece día a día y preocupa a transeúntes, comerciantes y habitantes de la zona afectada. P...
Hay una situación en pleno centro de Pereira, que crece día a día y preocupa a transeúntes, comerciantes y habitantes de la zona afectada. Por plena carrera 7 entre calles 25 y 26, la venta y consumo de sustancias psicoactivas, así como el aumento de personas de dudosa procedencia no pasa desapercibida.
Este en un sector comercial estrato 5, los recibos de la energía pueden estar alrededor de los $600.000 y los ciudadanos dicen que con ese valor en los impuestos, por lo menos merecen que les brinden seguridad, que sus clientes puedan llegar sin temor y que los empleados puedan cerrar los locales con tranquilidad pasadas las 9:00 de la noche.
Los afectados (que son muchos) y que por motivos de seguridad no quisieron entregar su identidad, ya están organizados como grupo para presentar una acción popular, porque ven que este problema tiene connotaciones graves que van en aumento, ya que detrás del negocio de los estupefacientes, llegan las riñas y han visto violentadas las puertas de dos locales, no saben quién será el siguiente.
Desde que la sede de una entidad bancaria entregó el local en la mencionada cuadra, ese espacio que ahora está oscuro también es uno de los favoritos para las vueltas de los malandros. Sin el ánimo de estigmatizar, gran parte del control de este espacio lo tienen los extranjeros y los denunciantes dicen que lo que se ve ahí, ni en la calle 29 pasa. Tampoco pueden abrir ventanas los residentes de los pisos altos, porque el olor de lo consumido se entra.
Otras dos situaciones son de tener presentes en este análisis: una es la escasez de unidades para la seguridad por cuadrantes, porque cierto comandante de Meper, que ya no está en la ciudad, un día cualquiera ordenó el traslado de 30 policías hacia otras ciudades y el centro de Pereira fue tomado por los expendedores. Faltan más requisas y hostigamiento, porque en realidad el problema es muchas calles, es un negocio móvil de entrega y consumo de inmediato, con el agravante de que la mayoría están armados con sendos cuchillos y hasta machetes.
Los denunciantes también comentan que después del alumbrado de diciembre, la oscuridad se tomó El Lago, lo que lo convierte en lugar propicio para que la inseguridad sea un caldo de cultivo. Tanto es el temor, que las mujeres llaman a sus esposos o padres cuando están en la estación o en el paradero, para que vayan por ellas y las ayuden a llegar. Como si esto fuera poco, los hombres al abrir la puerta deben pedir permiso para salir a los grupos de consumidores que están en el andén.
Los afectados (que son muchos) y que por motivos de seguridad no quisieron entregar su identidad, ya están organizados como grupo para presentar una acción popular, porque ven que este problema tiene connotaciones graves que van en aumento, ya que detrás del negocio de los estupefacientes, llegan las riñas y han visto violentadas las puertas de dos locales, no saben quién será el siguiente.
Desde que la sede de una entidad bancaria entregó el local en la mencionada cuadra, ese espacio que ahora está oscuro también es uno de los favoritos para las vueltas de los malandros. Sin el ánimo de estigmatizar, gran parte del control de este espacio lo tienen los extranjeros y los denunciantes dicen que lo que se ve ahí, ni en la calle 29 pasa. Tampoco pueden abrir ventanas los residentes de los pisos altos, porque el olor de lo consumido se entra.
Quedaron desprotegidos por la policía
Desde el último trimestre de 2022, se hizo notar la ausencia del CAI móvil del parque El Lago y cuando se indagó por el tema, el coronel a cargo para ese entonces, contestó que se había retirado para hacerle mantenimiento mecánico, luego retorno por unos pocos días, pero hoy no está y otra vez El Parque, y las calles aledañas están huérfanas de autoridad.Otras dos situaciones son de tener presentes en este análisis: una es la escasez de unidades para la seguridad por cuadrantes, porque cierto comandante de Meper, que ya no está en la ciudad, un día cualquiera ordenó el traslado de 30 policías hacia otras ciudades y el centro de Pereira fue tomado por los expendedores. Faltan más requisas y hostigamiento, porque en realidad el problema es muchas calles, es un negocio móvil de entrega y consumo de inmediato, con el agravante de que la mayoría están armados con sendos cuchillos y hasta machetes.
Los denunciantes también comentan que después del alumbrado de diciembre, la oscuridad se tomó El Lago, lo que lo convierte en lugar propicio para que la inseguridad sea un caldo de cultivo. Tanto es el temor, que las mujeres llaman a sus esposos o padres cuando están en la estación o en el paradero, para que vayan por ellas y las ayuden a llegar. Como si esto fuera poco, los hombres al abrir la puerta deben pedir permiso para salir a los grupos de consumidores que están en el andén.
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