Liliana Cardona Marín Después de sobrevivir a su esposo Juan de Jesús Marín por 40 años, se durmió para siempre en su cama, tranquila y rode...
Liliana Cardona Marín
Después de sobrevivir a su esposo Juan de Jesús Marín por 40 años, se durmió para siempre en su cama, tranquila y rodeada de una numerosa descendencia, quienes fueron escuchados en sus plegarias, pues pedían que la abuela no sufriera y así fue, se apagó a los 99 años de muerte natural en la tarde del 4 de enero, la señora Laura Libia Ríos de Marín, digna representante de esa generación que a punta de empanadas y convites construyeron una ciudad próspera y cívica.
La matrona nació el 18 de agosto de 1924 en Santa Rosa de Cabal, Caldas, se casó con un manizaleño, artesano del cuero que la llevó con él por varias partes del país. Le tocó ser testigo y protagonista de cómo nació un departamento y cómo se hacía grande su ciudad chiquita, ese Cuba que ayudó a fundar en la década de los años 60.
Madre de 10 hijos (cinco y cinco), abuela de 16 pereiranos, bisabuela de 25 personas y tatarabuela de uno no más, quiso adoptar a toda una comunidad y el doña o el Laura, pasaron a un segundo plano, porque para todos era Má.
Una dieta a base de lácteos, helado y pescado, la mantuvieron fuerte y lúcida hasta el último momento, porque no le recibía a nadie carnes rojas, cuentan las nietas. Liberal y católica, cuál de las dos más, pero por amor que tuviera a la iglesia, su pensamiento siempre fue respetuoso de las individualidades, nunca criticó nada de nadie, solo brindó amor.
Fue fundadora de varias legiones de María, organizadora de peregrinaciones inclusive hasta Las Lajas en Nariño. Solo pudo estudiar hasta quinto de primaria, porque eran otros tiempos, pero ella y su esposo eran dos lectores consumados y por ello luchó porque sus hijas tuvieran las mismas oportunidades educativas que sus hijos.
Tocaba el tiple y esa vena musical la llevó a componer la letra del que sería el himno del barrio Cuba, su patria chica:
Coro:
Salve, salve nuestra ciudadela
Cuba grande, gloriosa y leal
Hoy tus hijos te cantan un himno
Con honor, amor y amistad.
Tu naciste pobre y muy humilde
Con tus calles hechas pedregal
Hoy ya tienes un hermoso parque
y por tus calles se puede transitar.
En las últimas estrofas habla sobre la valentía y el heroísmo de los hombres y mujeres del barrio que viven en pendiente de la pica y la pala que trabajan con fuerza y tesón. También cuenta cómo nació Cuba en un hermoso valle y la planicie de un cañaduzal, en medio de dos fuentes. Uno de estos recursos hídricos la llevaría, en su época de concejal, a pensar en un puente sobre el Consota para entrar al barrio.
Pero no solo se quedó en las obras de cemento, su amor por la cultura y la familia la llevó a pensar en una fundación en la que los niños de Cuba pudieran acceder a clases de teatro, danzas, pintura y tener acceso a la lectura de la mano de sus hijos, de allí no solo salieron jóvenes sanos e inteligentes, fue también semillero de maestros, la fundación ‘Libros y Manos’, estará al igual que la abuela Laura Libia, en la mente y sobre todo en el corazón de quienes se beneficiaron de ella.
Alonso Marulanda - profesor de teatro
“Progreso, avanzar, crecer, solidaridad, ternura, fraternidad, respeto. Recuerdo desde joven en 1978, cuando nos acogió en su casa y nos respaldó. Ella sigue siendo para nosotros un referente de una postura de avanzada y de amar el territorio”.
Carlos Arturo Zapata - profesor de danzas
“La conocí por intermedio de los hijos cuando eran promotores de Libros y Manos, ahí fui instructor. Una gran líder, una persona muy humilde, tuve mucho que aprenderle, porque en su calma le daba a uno mucha sabiduría”.
Juan Carlos Valencia - diputado de Risaralda
“La partida de Laura deja una tristeza muy grande, ella fue de la generación que no sabía quejarse, de esas matronas que siempre estaban haciendo algo y que el interés comunal primaba sobre su vida particular, una líder incansable. Hoy está en brazos del Señor, en la casa grande que sé ella se ganó”.
La señora Ríos de Marín, alcanzó tal dignidad ciudadana que le otorgaron una Cruz de Boyacá.
Después de sobrevivir a su esposo Juan de Jesús Marín por 40 años, se durmió para siempre en su cama, tranquila y rodeada de una numerosa descendencia, quienes fueron escuchados en sus plegarias, pues pedían que la abuela no sufriera y así fue, se apagó a los 99 años de muerte natural en la tarde del 4 de enero, la señora Laura Libia Ríos de Marín, digna representante de esa generación que a punta de empanadas y convites construyeron una ciudad próspera y cívica.
La matrona nació el 18 de agosto de 1924 en Santa Rosa de Cabal, Caldas, se casó con un manizaleño, artesano del cuero que la llevó con él por varias partes del país. Le tocó ser testigo y protagonista de cómo nació un departamento y cómo se hacía grande su ciudad chiquita, ese Cuba que ayudó a fundar en la década de los años 60.
Un perfil en datos
Madre de 10 hijos (cinco y cinco), abuela de 16 pereiranos, bisabuela de 25 personas y tatarabuela de uno no más, quiso adoptar a toda una comunidad y el doña o el Laura, pasaron a un segundo plano, porque para todos era Má.
Una dieta a base de lácteos, helado y pescado, la mantuvieron fuerte y lúcida hasta el último momento, porque no le recibía a nadie carnes rojas, cuentan las nietas. Liberal y católica, cuál de las dos más, pero por amor que tuviera a la iglesia, su pensamiento siempre fue respetuoso de las individualidades, nunca criticó nada de nadie, solo brindó amor.
Fue fundadora de varias legiones de María, organizadora de peregrinaciones inclusive hasta Las Lajas en Nariño. Solo pudo estudiar hasta quinto de primaria, porque eran otros tiempos, pero ella y su esposo eran dos lectores consumados y por ello luchó porque sus hijas tuvieran las mismas oportunidades educativas que sus hijos.
En el parque Guadalupe Zapata, quedó para la inmortalidad el retrato de la matrona. |
Tocaba el tiple y esa vena musical la llevó a componer la letra del que sería el himno del barrio Cuba, su patria chica:
Coro:
Salve, salve nuestra ciudadela
Cuba grande, gloriosa y leal
Hoy tus hijos te cantan un himno
Con honor, amor y amistad.
Tu naciste pobre y muy humilde
Con tus calles hechas pedregal
Hoy ya tienes un hermoso parque
y por tus calles se puede transitar.
En las últimas estrofas habla sobre la valentía y el heroísmo de los hombres y mujeres del barrio que viven en pendiente de la pica y la pala que trabajan con fuerza y tesón. También cuenta cómo nació Cuba en un hermoso valle y la planicie de un cañaduzal, en medio de dos fuentes. Uno de estos recursos hídricos la llevaría, en su época de concejal, a pensar en un puente sobre el Consota para entrar al barrio.
Pero no solo se quedó en las obras de cemento, su amor por la cultura y la familia la llevó a pensar en una fundación en la que los niños de Cuba pudieran acceder a clases de teatro, danzas, pintura y tener acceso a la lectura de la mano de sus hijos, de allí no solo salieron jóvenes sanos e inteligentes, fue también semillero de maestros, la fundación ‘Libros y Manos’, estará al igual que la abuela Laura Libia, en la mente y sobre todo en el corazón de quienes se beneficiaron de ella.
Gran parte de la comunidad acompañó a la familia en las exequias. |
Los que la conocieron
Juan Diego Marín Montoya, su nieto y docente de la UTP, evocó a la mujer que conoció en la intimidad de su hogar: “Durante mi infancia tengo la imagen de mi abuela organizando las peregrinaciones. Le gustaba mucho la música de cuerda, los bambucos, los pasillos, mi abuela quería crear una identidad de lo que era la ciudad a través del barrio. Siempre estuvo muy orgullosa de los cubanos, porque es un barrio muy importante incluso en los asuntos políticos, como ahora que Pereira tiene un alcalde cubano”. Otros allegados a la familia comentaron que evocación tienen de ella.Alonso Marulanda - profesor de teatro
“Progreso, avanzar, crecer, solidaridad, ternura, fraternidad, respeto. Recuerdo desde joven en 1978, cuando nos acogió en su casa y nos respaldó. Ella sigue siendo para nosotros un referente de una postura de avanzada y de amar el territorio”.
Carlos Arturo Zapata - profesor de danzas
“La conocí por intermedio de los hijos cuando eran promotores de Libros y Manos, ahí fui instructor. Una gran líder, una persona muy humilde, tuve mucho que aprenderle, porque en su calma le daba a uno mucha sabiduría”.
Juan Carlos Valencia - diputado de Risaralda
“La partida de Laura deja una tristeza muy grande, ella fue de la generación que no sabía quejarse, de esas matronas que siempre estaban haciendo algo y que el interés comunal primaba sobre su vida particular, una líder incansable. Hoy está en brazos del Señor, en la casa grande que sé ella se ganó”.
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